martes, 7 de junio de 2022

Sobre la bandera de España: símbolo amado, discutido o repudiado pero oficial y legal.

 Una bandera es un símbolo con determinados colores o imágenes que representa a un conjunto de personas. Sorprende que un trozo de tela, de papel o de cualquier otro material haya supuesto tanto dolor y tanta muerte en la historia de la humanidad. Hay quiénes han muerto, mueren o están dispuestos a morir por una bandera y, en la misma medida, a matar. Hay quiénes manifiestan un fuerte sentimiento de amor, emoción y respeto hacia el mismo símbolo que unos queman o ultrajan. En las películas norteamericanas vemos como envuelven los féretros de los militares o policías muertos en acto de servicio con su bandera, la de "rayas y estrellas" y cómo hacen los honores, la retiran, la doblan cuidadosamente y la entregan a los familiares.

Desde pequeños, con más o menos acierto y éxito se intenta trasmitir el valor simbólico (repito, simbólico) de la bandera o banderas a los ciudadanos de un país. Cuando yo era pequeño mirábamos con curiosidad esas escasas páginas a color de algún diccionario o atlas en las que aparecían las banderas del mundo. Nos sorprendía tal variedad de colores. La más llamativa, para mí, fue siempre la de Japón. De alguna manera se salía de lo normal. No era consciente de todo lo que significan esos pequeños rectángulos cargados de valores y contravalores.

En España la bandera rojigualda, con el escudo, ondeaba y ondea (o debería) en todos los edificios públicos. Además. se usaba y se usa en algunas ocasiones para decorar. Así, en celebraciones religiosas como el Corpus Christie había quiénes ponían una o varias banderas en los balcones. En Toledo y otros lugares se sigue haciendo. Y, por supuesto había un acto militar, la jura de bandera, que debían realizar los mozos para convertirse en soldados. Era un acto muy importante que reunía a cientos de personas. En mi caso, allá por 1985 (aprox.) duró unas cuatro horas, bajo una lluvia persistente. Mi hermana y mi hermano viajaron quinientos kilómetros para verme apenas unos segundos en una formación, desfilando.

El mando más alto de nuestro acuartelamiento, creo que un coronel, ya cuando faltaban unas horas, nos dijo algo que venía a contradecir lo que nos venían enseñando durante ese mes y medio el resto de mandos. Era algo así como: "no os importe perder el paso, no os importe que os tengáis que parar, no os importe si queda más o menos bonito, besad la bandera, besadla..."

Durante todo el servicio militar la bandera estaba presente en todo momento, en nuestros uniformes y en el izado diario.

Pero llegó el fin de un período de nuestra Historia y comenzó otro. Se mantuvo la bandera roja y amarilla y se cambió el escudo anterior, del franquismo, por el de la monarquía parlamentaria. Era 1981.

Y con el paso de los años fue generándose un fenómeno, cada vez más visible -aunque desconozco el verdadero calado-mediante el cual muchas personas manifestaban y manifiestan su desacuerdo con esa bandera, su repudia y hasta su malestar e indignación, por razones a las que no encuentro sentido.

 Curiosamente para mí esa negación -por llamarla de alguna manera-siempre parece tener una sustituta. Es decir, no es que se trate de anarquistas, ácratas o similares, que no quieren ninguna bandera sino que, en realidad, lo que quieren es volver a utilizar aquella bandera surgida del llamado oficialmente "Alzamiento Nacional" del 14 de abril de 1931. Y es que una de las primeras cosas que hizo el gobierno de la II República Española fue publicar la legislación pertinente en la Gaceta de Madrid (el equivalente al Boletín Oficial del Estado actual), en concreto el decreto de 27 de abril de 1931, en el que se establecía el nuevo símbolo del Estado español, la bandera tricolor. Es en ese texto, cuando se dice que la instauración del nuevo régimen republicano había sido un alzamiento nacional, dando algunas pistas que la mayoría de españoles desconocen y, lamentablemente, muchos, no quieren aceptar, aunque sea una realidad fácilmente comprobable.

De manera que nos encontramos en un país con una trayectoria de más de cuarenta años (cuarenta y siete) de monarquía constitucional en el que una parte no acepta los símbolos ni el sistema político actual. Se han ido generando discursos y argumentos de lo más variado. Se puede echar un ojo a internet o, sencillamente, escuchar y ver. O estar atento a determinados canales de televisión, radio, o redes sociales.

Lo que para unos es motivo de orgullo para otros es una ofensa. Llevar una banderita en el reloj, en una pulsera o en la solapa es una provocación porque, dicen, no nos representa...

Así, estamos en una especie de callejón sin salida. Un porcentaje suficiente como para hacerse ver, creo que el 18% de los adultos, rechaza abiertamente este símbolo, como otros. Ni el himno de España ni el día de la Fiesta Nacional ni la bandera ni las imágenes del rey son compartidas ni aceptadas.

Más de una vez he preguntado a esas personas que no tienen problema en llevar la bandera tricolor si, llegado el caso, se instaurara una república, serían permisivos con las personas que utilizasen la bandera actual. Normalmente esa petición de información no obtiene respuesta porque es más hábil dialécticamente irse por las ramas.

Lo cierto es que la verdadera bandera de un país, para mí, es la que está cada día en los manteles con comida, en las batas de las enfermeras y médicos y personal de limpieza, en los delantales de las amas de casa y de todo tipo de dependientes o dependientas, en los monos de todos los colores, en los babis de los escolares y en las corbatas y atuendos de cualquier persona. Y en esas superficies de cualquier color o textura es dónde veo la bandera rojigualda. Esa bandera es la que de verdad me interesa y me importa. La bandera de la discordia, del argumento falaz, de estar siempre hablando -muy parcialmente- de la guerra civil, de la conquista de América y de la monarquía no la comparto desde ningún punto de vista.

Desde la intransigencia y muchas veces desde el desconocimiento y el radicalismo -más estético que real- se escuchan verdaderas aberraciones de todo tipo. Para esas personas mis palabras también son aberrantes.

Una bandera no merece o, no debería merecer la pérdida de una sola vida, esa es la verdad que debe subyacer a todos los deseos y todas las formas de ver este espinoso tema. (Y en España ya hubo hace unos años un asesinato por unos tirantes con la bandera de España) Y, por cierto, una bandera tiene que ser respetada por una mayoría digamos consistente. Y no parece lógico que haya que irla cambiando cada cierto tiempo porque a ese símbolo se le van atribuyendo connotaciones negativas por parte de algunos sectores sociales. 

Y, en España, palabra y realidad que también revienta a muchas personas, hasta el punto de no pronunciarla, por un lado están los defensores de una república y, por otro, los que quieren sencillamente independizarse para vivir en otro país y con otra bandera. 

Encuentro respetable cualquier opción que no comporte violencia pero pido lo mismo para mí. Respeto a los que no aceptan la bandera española pero no me gusta que me tilden de nada por querer seguir viviendo en un país en Paz, con esta bandera y con estos símbolos. Tampoco me parece apropiado que se produzcan actos ultrajantes de ningún tipo ni que haya que exhibir públicamente la bandera de la II República Española en multitud de actos, especialmente si no tienen nada que ver con esa legítima vindicación política. Es decir, que el día 14 de abril haya manifestaciones y se porten banderas tricolores me parece normal. Que haya una manifestación de un grupo profesional exigiendo mejoras laborales y subida de sueldo y tengan que aparecer los de siempre con su bandera de hace noventa años no tiene ningún sentido.

Por ir concluyendo creo que en España hay una deriva socio-política muy importante que se ha venido alimentando con esa crispación creciente (hay libros al respecto pero no es lugar de andar metiendo citas bibliográficas) que parece invadirlo casi todo. Creo que el respeto debe impregnar todos los actos de la vida y que ese es el único camino. La bandera es un símbolo y como tal debe ser tratado. Y, hoy, 7 de junio de 2022, martes, en España, nuestra bandera es la roja y amarilla.












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