Hace ya unos veinte años o algo más. Mis hijos, pequeños entonces, me pedían que dejara de fumar. Me hacían dibujos que me dejaban sobre la mesa, que aún conservo. Un día leí un artículo gracias al profesor de Religión de mi colegio, el José María de la Fuente, Jesús Rodríguez. Me di cuenta de que sí podría dejarlo.
Esta vez sería la definitiva. Tuve que trazarme un plan, mentalmente. Tenía que cambiar de vida y cambié de vida. Lo conseguí. Hace unos días me encontré uno de esos carteles. Ahora lo he puesto en mi casa, en lugar bien visible, para que mis hijos hagan lo propio. Si yo pude, y era un fumador de dos paquetes diarios, y más los fines de semana, cualquier persona puede. ¡Ánimo!

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