lunes, 24 de enero de 2022

Brevi-aviario, 5: Los gorriones comunes, ¿conocemos su historia, su presente y su incierto futuro?

 Los gorriones comunes (Passer domesticus) viven entre nosotros, en ciudades, pueblos y aldeas. Los podemos observar en todo tipo de edificios y espacios y, a lo largo de décadas, han ido expandiendo su área de distribución.

Sin embargo, ahora, desde hace relativamente poco, sabemos que sus poblaciones han disminuido peligrosamente. Se dice, por ejemplo, que en España, en diez años, entre 2008 y 2018 ha desaparecido la nada desdeñable cifra de treinta millones de individuos, según el informe Sacre, de la Sociedad Española de Ornitología (SEO). Hay estudios anteriores que ponían en evidencia esta tendencia, como el de un trabajo sobre un naranjal, en el que pasaron de 114 a 6 nidos desde 1977 a 2001.

Ya en 2016 la SEO la declaró como el Ave del año al gorrión, adelantándose a esa noticia.

Estos mensajes sobre la disminución de sus poblaciones se difundieron en los medios de comunicación pero lo que no me queda claro es si fueron lo suficientemente claros y, sobre todo, si hemos identificado socialmente las causas para, en la medida de nuestras posibilidades, ponerle solución.

A simple vista no he observado cambios significativos en mi entorno, fundamentalmente rural, pero también urbano. La agricultura, a diario, se intensifica y la química sustituye igualmente a la física en muchos aspectos de la vida, incluyendo los trabajos agrícolas y de "limpieza", a pasos agigantados.

Sin embargo, personalmente, no he advertido esa disminución de gorriones comunes en los lugares por los que me muevo, si bien es cierto que tampoco he prestado una especial atención a la especie ni tengo forma medianamente científica de comprobarlo, sobre todo por esa falta de datos previos. 

En mi casa siguen criando y los veo a diario. También son bien visibles en los patios de los colegios en los que he trabajado y en el que sigo trabajando.

En otoño e invierno he seguido disfrutando con esos bandos de decenas y a veces de centenas de ejemplares y me pregunto si habrá algo que podamos hacer individualmente para invertir esa tendencia demográfica regresiva.

Por otra parte es curioso que precisamente por tratarse de un ave muy común y cercana al ser humano sea en realidad un pequeño gran desconocido. A veces se da el caso de anuarios ornitológicos provinciales en los que no hay ni una sola cita para un año o para un período de cuatro, cinco o seis años.

A pesar de esta especie de indiferencia, vacío o trasparencia, el gorrión común atesora muchos secretos de lo más interesante en esa ya larga historia de convivencia que, como sabemos, casi nunca ha sido ni pacífica ni favorable para los pajarillos. 

En la simbología cristiana el gorrión común representa precisamente a las personas mas sencillas y menos dotadas económica y socialmente. En nuestros pueblos había quiénes, a través del refranero, decían preferir esa condición humilde y urbana frente a la altanería del halcón, señor del campo. Así me lo hizo saber en torno a los años ochenta del siglo XX un zapatero de Villarrubia de los Ojos, Víctor:

"Más vale ser gorrión en el pueblo que halcón peregrino en el campo". 

Esa idea concuerda con las valoraciones y connotaciones que había tenido buena parte de la sociedad en la Edad Media y Moderna sobre este críptico pájaro. Y es que parece ser que se identificaba también a estas aves con las personas más sencillas precisamente por el parecido de sus vestimentas, pardas y sin colores llamativos, reservadas, por poder económico, a otras. 

El nombre más utilizado era el de "passaro", es decir, pájaro, frente al de gorrión, que no se ha detectado hasta el siglo XVI. Pero en amplias zonas de España recibe el nombre vernáculo de "gurriato", perviviendo hasta nuestros días. Otros nombres vernaculares son los de "pardal", "lugarero", teulalí, birris (en Albacete y Jaén) y etxe-txoria.

Sobre el gorrión escribieron abundantemente autores como Aristóteles y Plinio, así como otros tratadistas. Le dedicaron algunas páginas los autores de libros de cetrería y el canónigo Francisco Marcuello, en 1617, hizo una deliciosa y curiosísima recopilación. Nos dice, siguiendo a Plinio, que las heces, mezcladas con aceite caliente son buenas para los oídos. Lo que más destaca Marcuello es su cualidad "libidosisima", avisándonos de que tanto el consumo de su carne como de sus huevos "despierta la venus", es decir, es afrodisiaca.

Por otra parte, desde el Cristianismo, se han visto  bondades y virtudes "morales" en los gorriones y se han difundido, con mayor o menor éxito, como son la caridad y la obligación de socorrer a los huérfanos. En las homilías a veces he escuchado comparaciones y afirmaciones en las que se ponían de relieve esos valores cristianos.

Lo más sorprendente, si no se sabe nada al respecto de este tema, es que en esas fechas -1617- ya se advertía de los daños que pueden causar los gorriones en las cosechas y como:

"...en muchas partes ha sido forzoso hacer leyes, y estatutos en favor de los que mas Gorriones mataren." 

Esa actitud humana se ha ido perpetuando a lo largo de los siglos y en países muy distantes unos de otros. El caso más conocido es el de la China de Mao, pero no el único. Intentaré escribir de ese tema en otro momento.

Machos de gorrión común (Passer domesticus) en Toledo, 22 abril 2013.

Gorriones comunes (Passer domesticus) en Porzuna, Ciudad Real, 12 octubre 2021.




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