A veces descubrimos realidades que, siendo muy cercanas, nos pasan desapercibidas. Es lo que me ha pasado con el proceso de obtención del aceite de oliva en algunos pueblos de Ciudad Real. Primero me llegó una lata con aceite envasado por un amigo de Piedrabuena, después otro me dio a probar su producto. Y hoy, Francisco Bermejo, de Horcajo de los Montes, me ha ofrecido el fruto de su trabajo y de su experiencia y conocimiento de estos últimos seis años. Así, con aceitunas manzanilla en diferente estado de maduración tratadas con verdadero mimo, ha obtenido un aceite exquisito, que nada tiene que ver con el que consumimos a diario. Un envase contiene un líquido verdoso que no deja pasar la luz. Curiosamente, es el mejor. Aceite recién hecho sin filtrar. Presenta el inconveniente de que hay que utilizarlo antes de que pasen un par de meses porque tiene muy poca estabilidad. Y en otra botella aparece ese líquido precioso que, al trasluz proyecta su magia. Lo verdaderamente interesante es que se cuidan todos los detalles para conseguir este líquido cargado de aromas y matices. Detrás, mucho trabajo, un año, y un empeño firme de crear un producto de autoconsumo de primera calidad. ¡Gracias Paco, por tus enseñanzas y por este aceite que condensa, de alguna manera, tu buen hacer también con la tierra y con los árboles!
Las tres fotos finales son de Francisco Bermejo.
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